La pandemia mundial, producto de COVID-19, ha tenido sus efectos adversos en cada país, no ha sido fácil y se han tenido que utilizar los recursos existentes y viables para manejar la situación.

 

La pandemia mundial, producto de COVID-19, ha tenido sus efectos adversos en cada país, no ha sido fácil y se han tenido que utilizar los recursos existentes y viables para manejar la situación.

En muchos países hubo y/o hay ausencias de equipos, insumos, camas en hospitales, apropiación de cargamentos médicos, cierre de locales comerciales, confinamientos; donde la solidaridad y la resiliencia han sido los factores claves en esta batalla.

La diplomacia no escapa del giro e impacto que la COVID-19 nos ha dejado, las relaciones diplomáticas han cambiado hacia:

1. Una diplomacia digital. La transformación digital ha sido muy importante, lo cual ha involucrado modernización. La diplomacia al servicio digital ha traído como consecuencia mayor disciplina y acción en el ejercicio de nuestras funciones.

La evaluación internacional de la diplomacia es importante, considerando la revolución digital de la cultura, de la seguridad, de la capacidad, entre otros.

A su vez, la diplomacia digital ha cruzado fronteras con el enfoque internacional, con caracteres digitales y con la creación de valores.

La acción diplomática, a través de los medios digitales, cambia el ecosistema, aporta a la transformación cultural y organizacional del mundo.

2. Una diplomacia científica. El objetivo principal ha sido mejorar las relaciones internacionales, la búsqueda de las soluciones a los problemas de interés común entre los países, el favorecer la movilidad de los investigadores y las capacidades científicas.

Al ser incluida en la agenda de política exterior, la diplomacia científica es una herramienta útil para los Estados, lo cual aporta capacidad para generar “poder blando”; es decir, capacidad para incidir en las acciones o en los intereses de otros actores, con el complemento de los medios diplomáticos.

La diplomacia científica hace referencia a las actividades que se realizan para promover la cooperación, la colaboración bilateral y multilateral en la investigación, la tecnología, la ciencia y la innovación; para así buscar soluciones a problemas de interés común, como, por ejemplo: desastres naturales, pandemias o ciberseguridad. Todo esto es posible, gracias al carácter universal de la ciencia.

La diplomacia científica viene a desempeñar un rol fundamental para reforzar la relación entre los actores científicos nacionales y la comunidad internacional. Panamá es el primer país de la región centroamericana y del Caribe en contar con esta figura.

3. Una diplomacia más humana. Nuestro plan de trabajo, sustentado ante la Comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea Nacional de Panamá, realmente sufrió un cambio inesperado frente a la COVID-19, que fue el priorizar la vida de nuestros connacionales en los diferentes países donde quedaron varados por estudios, turismo y otros motivos.

Es aquí donde vivir la experiencia de coordinar -a través de nuestra Cancillería- y participar de la logística de cada vuelo humanitario nos hizo sensibilizarnos e identificarnos con cada una de las personas en esta situación; detrás de cada llamada o correo electrónico había una historia. La satisfacción sentida como panameños al concretar cada vuelo es indescriptible y nos llena el corazón el servir a nuestro país. Se realiza el trabajo, con los cuidados que se requieren. Definitivamente, no seremos los mismos de antes.

4. Una diplomacia sostenible. Con la pandemia ha quedado evidenciado que la agricultura y la ganadería son herramientas prioritarias en la concesión de los recursos naturales necesarios para la subsistencia; por lo que es importante que nuestras misiones diplomáticas guardemos un espacio para promover y priorizar las inversiones relacionadas con estos sectores; así como impulsar nuevas tendencias que busquen incrementar y facilitar estas actividades en nuestro país.

El sector agroalimentario es clave en América Latina y el Caribe en términos de su aporte a la economía y a la generación de empleo. De ahí que la interrupción del normal funcionamiento de los sistemas alimentarios puede tener consecuencias severas en los niveles de pobreza y seguridad alimentaria.

Es evidente el impacto que ha traído la COVID-19 sobre la diplomacia, llevándonos a ser diplomáticos activos, humanos, cibernéticos, ecológicos, científicos… no hay marcha atrás. La diplomacia tradicional está siendo llevada a un mayor dinamismo, a reinventarnos, a buscar ventaja ante la adversidad y las situaciones complejas, a entender que estar lejos de nuestras familias nos hace más fuertes y proactivos, que no hay aburrimiento ni cansancio, al contrario, es cuando más se requiere del esfuerzo y trabajo en equipo de las misiones diplomáticas.

Estamos convencidos de que luego de esta pandemia, la cual hizo un cambio de timón en la ejecución de nuestro plan de trabajo, volverá a su normalidad, ¡seguiremos nuestros objetivos bajo la perspectiva de que la resiliencia, la espiritualidad, la solidaridad y el amor a la Patria nos darán la satisfacción del trabajo realizado… ¡Unidos lo hacemos!

Issamary Sánchez Ortega
Doctora en Derecho y Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria de Panamá en Francia.